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Los trastornos del sueño también afectan a los más pequeños

LOS TRASTORNOS DEL SUEÑO TAMBIÉN AFECTAN A LOS MÁS PEQUEÑOS

¿Quién no ha deseado alguna vez poder dormir como un niño? Sin embargo, la creencia de que el sueño de los pequeños de la casa es imperturbable no es tal. Según destacan los expertos, entre el 25 y 30 por ciento de los niños padecen algún tipo de trastorno del sueño.

El sueño es una necesidad biológica, pero el dormir es un hábito y como tal se aprende. Así, de la misma manera que se enseña a un niño a comer o hablar, se puede y se debe enseñar el hábito del buen dormir desde el principio.

Sin embargo, esta es una tarea que muchos padres siguen sin tener en cuenta. Así, cerca del 90 por ciento de los casos de insomnio infantil a partir de los 6 meses de vida tienen su origen en hábitos incorrectos, en la ausencia de límites educativos o en alteraciones del apego.

Y es que los trastornos del sueño durante la infancia y la adolescencia resultan muy frecuentes. Los expertos estiman que “entre un 25 y un 30 por ciento de los niños padece alguna forma de trastorno del sueño.

Entre el 13 y el 27 por ciento de los padres con niños entre 4 y 12 años de edad aseguran que sus hijos tienen dificultades con el sueño como resistencia a acostarse, ansiedad en el momento de ir a la cama, inicio de sueño retrasado, insistencia en dormir con los padres, ronquido, enuresis (orina durante el sueño), despertares nocturnos, pesadillas, terrores del sueño, sonambulismo, despertar matinal precoz y excesiva somnolencia durante el día”.

¿Qué trastornos sufren?

Respecto a los trastornos más frecuentes en los más pequeños, los expertos señalan que alrededor del 2-3 por ciento de los niños padecen trastornos respiratorios del sueño (apneas) que pueden ocasionar disfunciones conductuales y alteraciones físicas y del crecimiento. De ellos, el 37 por ciento tiene problemas de conducta.

Además, un 2 por ciento de los niños padecen el síndrome de piernas inquietas que puede confundirse con dolores de crecimiento. A ello se añade que un 46 por ciento de los adultos con esta patología confiesan que sus síntomas empezaron en la infancia.

Además, según una encuesta llevada a cabo por la Unidad Valenciana del Sueño en niños de la Comunidad Valenciana, “menos del 50 por ciento de los niños de entre 6 y 12 años de edad se dormían de manera autónoma, un 27 por ciento tienen problemas a la hora de irse a la cama, un 11,3 por ciento tardan demasiado tiempo en dormirse (más media hora), un 6,5 por ciento presenta despertares nocturnos, un 17 se despierta con dificultad por la mañana y otro 17 por ciento sufre fatiga relacionada con alteraciones del sueño”.

¿Y en la adolescencia?

Todos estos datos reflejan la situación que se produce en la población infantil de toda España. Y es que, en general, los expertos señalan que las actividades sociales y el uso de tecnologías a últimas horas del día por los más pequeños están favoreciendo la aparición de este tipo de trastornos.

Por otra parte, de una muestra de adolescentes españoles se dedujo que el 38,5 por ciento cuenta con una mala calidad del sueño y un 23,1 por ciento afirmaba tardar más de 30 minutos en conciliar el sueño.

En este sentido, un trabajo realizado con 755 adolescentes valencianos de 13 y 14 años, revela que el 52,8 por ciento afirma asistir a clase después de haber dormido menos de 8 horas, cuando la media aceptable a esas edades es de 9 horas.

Por ello, es importante abordar estos problemas con tiempo ya que la mayoría de los casos suele estabilizarse, de manera que es incorrecta la idea de que los problemas con el sueño de los niños se solucionan solos. Un niño con dificultades en el sueño a los 8 meses probablemente continuará mostrándolas a los 3 años de edad y aquellos con problemas a los 2 años los seguirán teniendo a los 12 años.

Consecuencias de un mal sueño

Y es que dormir bien la cantidad de horas necesarias es imprescindible para el buen desarrollo del individuo. Así por ejemplo, se ha demostrado que los adolescentes con un sueño menos inquieto y menos ronquidos, tienen un mejor rendimiento escolar. Pero las consecuencias pueden ser aún mayores.

Se puede decir que el déficit de sueño o la mala calidad del mismo ocasiona en primer lugar cambios conductuales en los niños. De hecho, los pequeños con problemas de sueño manifiestan conductas semejantes al niño con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad: se mueven más para evitar dormirse, tienen dificultades para concentrarse, están más irritables y tiene un peor rendimiento escolar en muchos casos.

Además, recientemente se ha demostrado que la cantidad y calidad del sueño durante los primeros 4 años de la vida tienen influencia en la velocidad de adquisición del lenguaje y en el rendimiento escolar a los 6 años de vida.

Por su parte, los adolescentes muestran ya síntomas parecidos al adulto con somnolencia diurna y dificultades para concentrarse y memorizar. En fases más tardías también se encuentra afectado el sistema inmunitario con una menor eficiencia en la respuesta inmunológica.

Tratamiento en niños

El abordaje de los problemas del sueño debe ser multidisciplinar con la participación imprescindible del pediatra. El insomnio requiere generalmente un abordaje cognitivo conductual y la terapia con fármacos en estos casos se utiliza en contadas ocasiones y siempre como un coadyudante y bajo estricto control pediátrico. Deberíamos huir de las medicaciones vendidas sin receta y por tanto no controladas por el pediatra del niño o el experto en sueño”.

Por otro lado, el papel de los padres es también fundamental en el manejo de estas situaciones. Debe establecer unas pautas cariñosas pero claras desde el inicio. Y esto no significa, en ningún caso, ser estrictos y duros al extremo si no ejercer el papel educador como padres: enseñar al niño que existen unos límites y que toda conducta humana tiene consecuencias, positivas si la conducta es la adecuada y negativas en caso contrario. En definitiva, se trata de establecer un hábito saludable de sueño, un hábito saludable educativo. El niño, como el adulto, vive según duerme y duerme según vive.

Además, existe una serie de medidas que los padres pueden utilizar para paliar los trastornos relacionados con malos hábitos de sueño. El dormitorio debe ser un lugar tranquilo y en oscuridad, con una temperatura adecuada, ya que el calor puede dificultar que el niño concilie el sueño.

Además, el niño debe tener un momento de intervalo para despertarse y contar con un momento de irse a la cama que debe ser respetado. Por otra parte, conviene evitar la actividad física antes de irse a la cama y en su lugar, el baño puede ser actividad estimulante. En cuanto a la cena, hay que evitar alimentos estimulantes como la cafeína o el chocolate.

Fuente: Saludalia


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