VERTIGO |
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El aparato vestibular es el órgano que nos informa sobre nuestra posición en el espacio. Este “sexto sentido” se localiza en la parte posterior del oído interno, o sea, en el laberinto. Entre los receptores vestibulares de distinguen, por una parte, los órganos ampulares, sensibles a la aceleración angular y situados en los tres conductos semicirculares, y por otra, los órganos otolíticos, el sáculo y el utrículo, que constituyen placas sensoriales recubiertas de cristales calcáreos, sensibles a la gravedad y a la aceleración lineal. El elemento sensorial propiamente dicho está constituido por las células ciliadas, las cuales efectúan la transducción de la energía mecánica. A grandes rasgos es posible distinguir las vías vestibuloespinales, importantes para la postura; las vías vestibulocerebelosas, importantes para la coordinación muscular, que guarda íntima relación con la posición del cuerpo en el espacio; las vías vestibulotalámicas y vestibulocorticales (“percepción consciente de los movimientos”); las vías vestibulovagales, donde se originan los síntomas vegetativos; y las vías vestibulópticas, medio de comunicación con los núcleos oculomotores que permiten el mantenimiento del eje de fijación visual cuando se efectúa un movimiento de cabeza. El vértigo se define así por una sensación errónea de movimiento del cuerpo en el espacio de éste con respecto a aquél. Tal sensación puede ser de rotación, cabeceo o caída inminente. Dada la excitación del sistema vestibulovagal, el vértigo suele acompañarse de malestares con sudores fríos, náuseas, vómitos y diarreas.
La primera tarea del médico consiste en determinar la causa del vértigo, lo cual, en numerosísimos casos, es cosa menos difícil de lo que se supone. Primeramente, el diagnostico se fundamenta en una anamnesis minuciosa, ya que las características del vértigo varían con arreglo al emplazamiento y la naturaleza de la afectación vestibular. El vértigo se especifica por su modo de aparición, su duración su incidencia; por las posiciones desencadenantes y por los signos neurovegetativos que los acompañan. Resulta importantísimo calorar las afectaciones asociadas; los trastornos auditivos concomitantes nos orientan hacia un trastorno periférico, ya del oído interno, ya del nervio auditivo. Las caídas, las pérdidas de conocimiento y los signos neurológicos sugieren una afección central. Los trastornos ortostáticos y los síncopes suscitan la sospecha de una insuficiencia circulatoria o de una enfermedad cardíaca. Los signos infecciosos o tóxicos generales inducen a indagar una afección sistemática. Por tales motivos, la investigación de un vértigo suele convertirse en materia de la incumbencia de diversos especialistas. Al Otorrinolaringólogo le atañen principalmente las lesiones vestibulares periféricas. Las conoce a la perfección pues la otomicrocirugía constituye un terreno ideal de experimentación de los estímulos vestibulares aún cuando, por lo general, la aparición de éstos deriva de acciones involuntarias. No es de extrañar pues, que la mayoría de las pruebas paraclínicas utilizadas en la investigación de los vértigos sean obra de los otorrinolaringólogos. En el seno de esta rama ha surgido incluso la “otoneurología”, una subespecialidad dedicada particularmente a la investigación de los vértigos, así como a la indagación de ciertos trastornos auditivos relacionados con el sistema nervioso central. En otoneurología, el diagnostico de un vértigo se puede efectuar mediante exámenes clínicos y paraclínicos. Si la exploración clínica no es concluyente, se recurre entonces a pruebas paraclínicas electrofisiológicas que rinden datos cuantitativos sobre el funcionamiento de los sistemas vestibular y auditivo. Digamos a modo de conclusión que, a condición de abordarlo con arreglo a los métodos de la Medicina clásica y apoyados en sólidas nociones de fisiología del sistema vestibular, el vértigo pierde mucho su mito y vaguedad. Gracias a las actuales técnicas de investigación, casi siempre es posible determinar los casos de vértigos cuya causa radica en una enfermedad grave que impone la necesidad de asestar sin tardanza un diagnostico precoz. (Se calcula que cerca del 5% de los vértigos obedecen a causas de gravedad- por ejemplo, de tipo tumoral o circulatorio-, que pueden poner en peligro la vida del enfermo). Estos exámenes permiten asimismo asentar el diagnostico de una serie de lesiones vestibulares periféricas que se resuelven por medios quirúrgicos o medicamentosos. Señalemos por último, que el 80% de todos los vértigos acusan una evolución espontáneamente favorable. Los pacientes de este grupo acaso se tranquilicen si insistimos en asegurarles que su afección es benigna, con lo cual despojamos al vértigo de gran parte de su aspecto angustioso. |
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